
A caballo y con un perro, vecinos salen al rescate tras inundaciones en Texas

El sol golpea, y el galope de Ranger hace crujir la maleza mientras sube una colina cercana al río Guadalupe, en Texas. A caballo, un grupo de vecinos recorre sus orillas en busca de víctimas por inundaciones que ya dejan más de 100 muertos.
Michael Duncan, de 55 años, es dueño de Ranger, un caballo color marrón oscuro con el que apoya las labores de cientos de rescatistas que aún patrullan por varios kilómetros la ribera del Guadalupe, en el centro sur de Texas, un estado del sur de Estados Unidos.
Este lunes, rescatistas en bote, apoyados por buzos y sondas, buscaban cuerpos frente al campamento de verano Camp Mystic, donde 27 niñas murieron al ser arrastradas por la crecida. Otro grupo recogía las pertenencias de las menores, como maletas, cubrecamas, baúles o juguetes, que quedaron en las cabañas que el agua invadió, cuyas paredes están recubiertas de marcas de lodo que fácilmente superan el metro y medio.
En paralelo, unos 30 voluntarios a caballo, varios de ellos protegidos del sol con sus sombreros de vaquero, se unieron también a la policía montada que vino desde Austin, la capital de Texas, para apoyar las labores de rescate en las ciudades Center Point, Kerrville, Ingram y Hunt, todas ubicadas a lo largo del río, en el condado de Kerr.
Los caballos suben con facilidad las colinas y sortean sin problemas la maleza y los escombros que quedan a la vista, una vez que el agua del río se retiró de vuelta a su cauce.
"Frente a ir a pie, podemos ganar más terreno y llegar a zonas a las que la gente no llega tan fácilmente. Obviamente, con él, tengo ventaja de altura, y podemos ver entre las cosas que están acumuladas", sopesa Duncan.
Hasta donde están también llegan a pie equipos de rescatistas voluntarios. Mientras cabalgan, perciben un olor fétido de entre la maleza y los escombros. Puede provenir de animales muertos -como los peces que expulsó el río al desbordarse-, pero también ser la señal de una tragedia con nombre y apellido.
Escarban en la tierra acumulada cerca de los árboles. Uno de ellos pincha con un palo puntiagudo los montículos de tierra, atentos a algún indicio que delate la presencia de un cadáver. Mientras buscan, encuentran unas gafas de natación de algún menor de edad y un balón de fútbol.
- "Deuda emocional" -
Para ayudarlos en su labor, se comunican con Tom Olson, de 55 años, un adiestrador de perros de rescate y dueño de Abby, una perra que ya hizo varios señalamientos, dos de ellos exitosos.
En este caso, Abby, una pastor belga malionis de 8 años, no dio ninguna señal. Olson compara su talento en esta misión con "una herramienta útil, como los sonares submarinos, los drones, las aeronaves".
"Todo tiene su lugar, y el perro también. El perro podrá encontrar rápidamente a una posible víctima, será más fácil localizarla con él, y podremos hacerlo más rápido, reduciendo el riesgo para quienes participan en la búsqueda y el rescate", explica.
Además, cree que es una forma de exponer menos a los rescatistas y acelerar el alivio a las familias que aún no encuentran a sus seres queridos.
"Todos estos rescatistas aquí se exponen a ciertos riesgos, como una mordedura de serpiente. Cuanto antes podamos encontrar a las víctimas de este desastre, antes podremos dar un cierre a las familias afectadas y un alivio para los rescatistas", sostiene.
Para Olson, la labor implica "una deuda mental, emocional".
Mientras que en Hunt, equipos de una compañía eléctrica con camiones restituye postes y cables de energía destruidos por las inundaciones.
Empieza la semana y los autos llenan las avenidas. Aunque aún hay zonas muy afectadas, la ciudad recupera de a poco su cotidianidad, en tanto el río Guadalupe recupera también su cauce.
Desde su enlodada ribera, Duncan confiesa sentir "un montón de tristeza" en sus recorridos a caballo. "Pero también es genial ver cómo muchas personas salen y trabajan, y casi todos hacen esto de gratis, como un voluntariado. Eso es bastante inspirador de ver".
I.Masson--PS